Cuba cerró 2024 con el 25.7% de su población mayor de 60 años, consolidándose como el país más envejecido de América Latina y el Caribe, según un informe reciente de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI). Este fenómeno, lejos de ser solo una cifra, plantea un escenario alarmante para el futuro económico y social de la isla.
Más de 2.5 millones de cubanos superan hoy los 60 años, un salto considerable respecto a 2015, cuando la cifra era de 19.4%. Este ritmo acelerado de envejecimiento supera incluso al de países europeos como Bulgaria o Croacia, tradicionalmente considerados entre los más longevos.
El estudio titulado “El Envejecimiento de la Población. Cuba y sus territorios 2024” identifica a Villa Clara (29.1%) y La Habana (28.1%) como las provincias más envejecidas, con municipios como Plaza de la Revolución donde el 36.8% de los residentes son adultos mayores. En contraste, Guantánamo (22.5%) y Yateras (17.1%) presentan los índices más bajos.
El fenómeno tiene claras dimensiones de género: el 54% de los adultos mayores son mujeres, y predominan en zonas urbanas, mientras que en áreas rurales los hombres son mayoría en ese grupo etario.
Pero más allá de las cifras, el impacto del envejecimiento se traduce en una creciente presión sobre el sistema productivo, de salud y de seguridad social. La relación de dependencia demográfica—que compara el número de personas fuera de edad laboral (niños y ancianos) con las que sí trabajan—alcanzó los 710 por cada 1 000 en edad laboral. En Villa Clara, el índice es aún más alarmante: 766.
Este desequilibrio implica que menos trabajadores activos deben sostener a más personas inactivas, lo que agrava la ya frágil economía del país. El éxodo masivo de jóvenes y profesionales ha acelerado el problema: Cuba pierde población económicamente activa, mientras gana en necesidades sociales y sanitarias.
El informe, elaborado con el respaldo parcial del Fondo de Población de Naciones Unidas, advierte que el envejecimiento es “el principal reto demográfico del país” y que la sostenibilidad del modelo económico dependerá de medidas urgentes. Sin una política pública integral que promueva la natalidad, frene la emigración y prepare sistemas de atención para adultos mayores, el colapso del sistema será inevitable.
Expertos advierten que el país no solo necesita más hospitales geriátricos o pensiones ajustadas a la inflación: requiere una transformación estructural que incentive la permanencia de jóvenes, genere empleos sostenibles y garantice servicios básicos para una población que envejece sin relevo generacional.
En este contexto, Cuba se encamina hacia una crisis silenciosa, pero profundamente estructural, que amenaza con convertirse en un freno definitivo para su desarrollo si no se adoptan medidas urgentes y eficaces. El envejecimiento, más que un dato estadístico, es ya una sombra permanente sobre el futuro de la nación.