La represión en Cuba alcanza nuevamente los espacios educativos. Estudiantes de la Universidad de Ciencias Médicas de Granma, en la sede del municipio Manzanillo, han denunciado que están siendo acosados, interrogados e intimidados por agentes de la Seguridad del Estado por haber expresado su desacuerdo con el reciente aumento de tarifas impuesto por la empresa estatal de telecomunicaciones, ETECSA.

Según reportes difundidos por la página de Facebook La Tijera, los agentes han entrado directamente al campus universitario con el consentimiento —o al menos la permisividad— de las autoridades académicas. La indignación estudiantil se ha concentrado particularmente en el rector, a quien exigen explicaciones por permitir lo que consideran una violación flagrante del espacio universitario, que debería ser, por definición, un terreno de pensamiento libre y no un cuartel policial.

“Nos están llamando uno por uno para interrogarnos solo por opinar en contra del tarifazo. ¿Desde cuándo pensar diferente es delito?”, denunció uno de los estudiantes, bajo condición de anonimato, temiendo represalias aún mayores.

El tarifazo de ETECSA ha generado un profundo malestar en la población, especialmente entre jóvenes y estudiantes que dependen de la conectividad para estudiar, informarse y comunicarse con sus familias. El aumento, lejos de justificarse por mejoras en el servicio, ha sido percibido como una acción arbitraria de un régimen incapaz de ofrecer soluciones reales a los problemas del país. Y como ha sido costumbre, ante cualquier expresión de disenso, la respuesta no ha sido el diálogo, sino la intimidación.

La presencia de agentes de la Seguridad del Estado dentro de un centro educativo no solo viola la autonomía universitaria, sino que expone el grado de militarización del control social en Cuba. Lo que debería ser un debate sobre políticas públicas se ha convertido en una cacería contra quienes se atreven a pensar diferente.

“Las universidades cubanas están atrapadas entre el miedo y la vigilancia. No hay lugar para la crítica, solo para la obediencia”, expresó otro estudiante. “Nos vigilan en redes sociales, nos llaman por nuestras opiniones, nos acusan de contrarrevolucionarios por pedir lo mínimo: que no nos ahoguen con más tarifas absurdas”.

La situación ha generado alarma dentro y fuera del campus. Diversas imágenes y testimonios están comenzando a circular por redes sociales, mostrando a los agentes dentro del recinto académico, así como los mensajes de apoyo de ciudadanos que reconocen el valor de estos jóvenes que se atreven a alzar la voz en un país donde hacerlo puede costar el futuro.

El régimen, una vez más, demuestra que no tolera el más mínimo cuestionamiento. La Seguridad del Estado, en lugar de velar por la protección ciudadana, actúa como un aparato de represión al servicio de una cúpula que se aferra al poder con puño de hierro. Hoy son los estudiantes de Bayamo, mañana puede ser cualquier cubano que se atreva a hablar.

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