Un nuevo suceso sacude las redes sociales y conmociona la opinión pública cubana: se trata de un joven completamente fuera de sí, tirado en una acera habanera, visiblemente afectado por la droga conocida como “el químico”.
El muchacho apenas puede sostenerse sentado, balbucea incoherencias y presenta movimientos erráticos que evidencian una intoxicación grave. El hecho sucedió en el reparto Bahía, en Habana del Este, y muchos aseguran reconocer al muchacho como Lázaro Martínez, un conocido vecino del área.
Lo más alarmante no es solo el estado del joven, sino la normalización de estas escenas. "Hoy vi a tres jovencitos así mismo", escribió una residente del barrio, lo que demuestra que este no es un caso aislado. Como otras veces, los comentarios en redes mezclaron desesperación, rabia y resignación: “¡Eso no da nada! Están acabando con sus vidas, asere”, escribió un usuario al compartir el video. “Le roban a la mamá, a los vecinos y caen en mil descaros por meterse esa porquería”.
"El químico" se ha convertido en la pesadilla de miles de familias cubanas. Esta sustancia, parte del grupo de los cannabinoides sintéticos, es fabricada con una mezcla aterradora de químicos tóxicos, entre ellos formol, anestésicos veterinarios y hasta residuos vegetales, lo que la vuelve extremadamente peligrosa. Sus efectos son impredecibles: desde convulsiones y alucinaciones, hasta daños neurológicos irreversibles o incluso la muerte.
Pese a que el gobierno ha tomado medidas como la creación del Observatorio Nacional de Drogas y ha intensificado los arrestos, la droga continúa circulando ampliamente, especialmente en barrios pobres y escuelas.
“El químico sigue matando a nuestros hijos. Y mientras tanto, lo único que hacen es meter presos a unos cuantos. ¿Y la prevención? ¿Y los centros de rehabilitación?”, se preguntan muchas madres cubanas con angustia.
La realidad es que esta sustancia ha arraigado en una generación sin muchas perspectivas, donde el escape por medio de la droga se ha convertido en un reflejo de desesperanza. Organizaciones sociales y médicos han pedido urgentemente campañas de concientización, apoyo psicológico y centros especializados.
La batalla contra “el químico” no puede ganarse solo con represión; se necesita una estrategia integral que incluya educación, tratamiento y, sobre todo, una verdadera voluntad de salvar vidas.
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