Desde 1975, la prensa estatal cubana ha funcionado como una pieza clave dentro del engranaje ideológico del Estado. Inspirada en el modelo leninista, su estructura fue diseñada para servir como instrumento del Partido Comunista de Cuba (PCC), con el objetivo de informar, educar, organizar y movilizar políticamente. En este sistema, el periódico Granma destaca como símbolo del modelo oficialista, cuya legitimación se apoya en el uso de la historia como vínculo entre pasado, presente y futuro, estableciendo un marco rígido sobre quién representa la “verdadera cubanidad” y quién queda excluido, todo bajo la consigna de victoria socialista y nacional.
Sin embargo, la práctica periodística en este modelo ha estado profundamente limitada. La mayoría de las fuentes de información provienen de estructuras del Estado o del propio partido, lo que convierte al periodismo en una extensión de la propaganda oficial. Los periodistas se ven obligados a reproducir comunicados carentes de rigor informativo, lo que ha generado una brecha cada vez mayor entre la narrativa oficial y la experiencia cotidiana de la población. Esta desconexión, junto con la falta de autonomía profesional y las difíciles condiciones laborales, ha alejado a las nuevas generaciones del ejercicio periodístico estatal.
La apertura parcial al acceso a internet, a partir de 2008, transformó paulatinamente el espacio público cubano. Si bien el entorno mediático aún enfrenta fuertes restricciones, comenzaron a emerger plataformas digitales independientes que funcionan en paralelo al discurso oficial. Estos nuevos medios, más flexibles y diversos, han logrado visibilizar temas históricamente excluidos del debate nacional, desde los derechos humanos hasta la crisis económica, generando un debate público alternativo que ha ido ganando fuerza tanto dentro como fuera de la isla.
Uno de los mayores desafíos al monopolio comunicacional del Estado ha sido, sin duda, el auge de la prensa independiente digital. Enfrentando obstáculos tecnológicos, escaso financiamiento y fuerte polarización, estos medios han propuesto nuevas formas de narrar la realidad cubana. Frente a los ataques oficiales que los acusan de servir intereses extranjeros, especialmente de Estados Unidos, han persistido con propuestas que van desde el periodismo de investigación hasta el análisis político, social y cultural.
En este ecosistema, conviven medios como Joven Cuba y Revista Temas, de corte reformista dentro del socialismo, con otros como 14yMedio, Diario de Cuba o Cubanet, claramente opuestos al régimen. También han ganado terreno proyectos especializados como El Toque, Periodismo de Barrio, Cubalex, y plataformas feministas como Alas Tensas y Yo Sí Te Creo. Otros espacios apuestan por el pensamiento crítico (CubaXCuba, Cuba Próxima), el periodismo narrativo (El Estornudo, Hypermedia Magazine), el periodismo de datos (Proyecto Inventario, CubaData, Yucabyte) y la voz ciudadana a través de redes sociales y canales de YouTube.
En contextos como el cubano, donde el periodismo tradicional ha sido cooptado por el poder, las redes sociales y los medios digitales permiten acceder a opiniones, datos y testimonios que retratan con más precisión la realidad. Estas plataformas no solo documentan, sino que dan voz a los sectores marginados, ofreciendo una mirada más amplia y humana del país.
El periodismo independiente no solo ha enriquecido la práctica profesional, sino que también ha recuperado valores esenciales como la autonomía editorial, la búsqueda de equilibrio informativo y la atención a problemáticas ausentes en la prensa estatal: feminicidios, derechos de minorías, ecología, legalidad, abusos de poder o corrupción. No obstante, su vinculación —real o percibida— con financiamiento extranjero ha servido al gobierno para etiquetarlos como amenazas a la estabilidad nacional, lo que ha derivado en represión, vigilancia, censura y forzados exilios, especialmente tras las protestas del 11 de julio de 2021.
La prensa digital independiente ha contribuido a reformular el ecosistema informativo cubano, desafiando la hegemonía comunicacional del Estado. En regímenes autocráticos como el cubano, donde lo público está monopolizado y lo privado subordinado a lo ideológico, estos nuevos espacios no solo rompen con la narrativa única, sino que abren puertas a la pluralidad, la participación ciudadana y el debate real.
Frente a un discurso oficial que niega la complejidad de la sociedad cubana, estas propuestas informativas reivindican el derecho a contar historias con datos verificables, con mirada crítica y desde el individuo. Solo así, con nuevas formas de relatar lo cotidiano, será posible despertar la conciencia colectiva y reactivar la participación política desde la diversidad y el compromiso con el futuro.
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